jueves, 4 de marzo de 2010

te quiero boludo

te va a tragar el mar
vas a dormir en la calle
no vas a comer, porq sumado a q comes poco NO HAY COMIDA, estan saqueando todo
te van a disparar, estan encapuchados y de muy mal humor
vas a morir bajo escombros

creo q esta lista, q por si no lo notaste tiene items sobre cosas con las q NO SE JODE, es q sustento mi reaccion de ayer. hacete cargo: te vi desp de unos dias, nos saludamos, manifesté mi preocupacion sobre una eventual violación al caminar por calles oscuras, poco transitadas, y en una zona poco atractiva; hablamos no se de q, y de la nada, en el SPOT menos acorde al tema, saltas con q, tranqui, decidiste irte a chile q esta q explota, LITERAL. el pelotudo de tu profesor del taller es un navo q esta ansioso de q te borres, quizas p siempre, no te ayudo de gamba, please no seas ingenuo en pensar eso.
de todas formas, obvio mi opinion chupa un huevo, se q tenes ganas y la cabeza cerrada. si te vas termino de confirmar q no estas bien, pero bueno, importa lo q quieras hacer ahora, asiq q se yo, SUPONGO q voy a 'ponerle onda' al tema.
nada gay, si vas espero q sea lo q esperabas... aunq sigo con panico.

martes, 9 de febrero de 2010

Me habría gustado conocer a Stig Dagerman

Mientras deja el uniforme en la manija de la puerta de la habitación, la casa está en silencio. La madre prepara algo en la cocina y el padre lee el diario hundido en el sillón. El teléfono no suena. Él pronto estará en el colectivo, rodeado de un atardecer lluvioso de domingo, sintiendo la humedad de la ventana en la cara, disfrutando calladamente de no prestar demasiada atención. Pero no podrá seguir así mucho tiempo más, porque antes de que termine el día, el bebé que él y su novia esperan morirá.
Él todavía no sale de la casa, ella descansa en la clínica con los ojos enrojecidos de llorar sin que nadie sepa nada. Son tan inofensivos como dos chicos de diecisiete años a punto de ser padres.
En la calle la lluvia es fina y espaciada, y el sol que se esconde detrás le da un tono anaranjado que parece posarse sobre todo. El agua corre mansa hacia los desagües y el asfalto tiene un brillo apenas opaco en la huella que dejan los autos al pasar. Las cosas transcurren con cierta naturalidad, mientras algo empieza a desangrarse dentro de ella.
En la casa padre e hijo discuten por última vez. Discuten por su irresponsabilidad, porque no se cuidó, porque le mintió, por mantenerlo tres meses oculto. Discuten porque él ya es grande y porque ya lo dijo, se hará cargo de todo. Discuten, en realidad, porque ninguno sabe que mientras discuten una enfermera nueva está un poco asustada y quizá haya tardado demasiado en avisar que hay complicaciones en la habitación 112.
La habitación 112 está vacía en este momento, y así la encontrará él cuando baje del colectivo y robe unas florcitas por ahí. En la sala de terapia intensiva los delantales blancos forman un telón que oculta un drama. El médico llega, quizás unos minutos demasiado tarde. El telón se abre y toda esa sangre así abandonada es un cuadro impactante hasta para él, que deberá tocarla para sentir que allí no hay nada que más que sentir.
Él entra en la habitación con el ramito robado detrás de la espalda, como en una mala película de amor. Es casi cínico ver su sonrisa cuando las esperanzas de su hijo despiden los últimos suspiros de sangre. Dentro verá la cama deshecha, la mesita de luz un poco corrida y la lámpara colgando como de la boca de un perro de la calle. Verá las cortinas corridas, las gotas de lluvia deslizándose agresivas por la ventana, el cielo mucho más gris de lo que podía recordar. Verá todo demasiado real. Y algo rojo que se pega bajo sus pies.
Pero como la justicia es apenas un capricho, inclusive así, antes de entender, mientras pone todo esto en orden y acepta lo inaceptable, antes que todo esto ocurra, su hijo ha de estar muerto ya.
Entonces no importa lo que ve, las flores o la sonrisa cínica. No importa si la enfermera era nueva o el médico tardó demasiado, cosas como esas no importan ya. Entonces tampoco las discusiones; las discusiones serán apenas un recuerdo oído, como un bullicio en el que se intenta enterrar el pasado. No importa eso que le iba a pedir, lo de no estar preparado, lo que no se nombra, ni tampoco la vergüenza por pensar en pedírselo. Ya no tendrá que crecer de golpe, no deberá mostrarse seguro, no será necesario fingir. Entonces ahora ya está, eso que tanto temían, ya está, eso que tan secreta felicidad había hecho nacer. Ya está.
Y ahora que no tienen eso, que están solos otra vez, no saben si hay algo ya que ellos dos puedan tener.

domingo, 7 de febrero de 2010

No estás
cuando te quiero
acá.
Cuando te llamo
no estás
o si te sueño. En mis sueños
no sos vos
sólo estás
ahí
en la mentira
de ser mía.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

II

La sala de terapia intensiva de un hospital es, como dicen, de alta complejidad. Impresiona la cantidad de aparatos y ruidos y luces que de alguna forma responden a la necesidad del cuerpo humano. Hay muchos números en esos aparatos, y los números, separados con barras y guiones, van y vienen dentro de un rango determinado, lo que en poco tiempo genera la asfixiante certeza de que correrse de ahí sería fatal.
Hay cables que salen de esas máquinas y de bolsas y recipientes llenos de líquidos de diferente tonalidad y consistencia; está el conocido goteo que todo el mundo vio alguna vez, y que me recuerda invariablemente a lo que llaman el tono de un texto. También están las palabras difíciles, los diagnósticos, los horarios de tristeza programada. Y están los seres queridos, uno a cada lado de la cama, pendiendo sobre ese cuerpo sedado, martirizado indignamente en su batalla contra el tiempo, los familiares sosteniendo cada uno una mano, olvidando milenios de evolución, rechazando argumentos elaborados, ninguneando estadísticas, dando entidad a cada pequeño acto reflejo; haciendo lo más viejo del mundo, siendo cómplices, consolándose, mintiéndose, diciendo cosas como Me acaba de apretar la mano, Sí, ¿te diste cuenta?, a mí también, acaba de mover un dedo, sí...

I

Uno no hace eso, no va caminando por el pasillo de un hospital, mirando de reojo en cada habitación, negando con la cabeza, caminando con pasos cortos, y entonces no aguantarse la indignación y volver atrás, envalentonado por el horror, y le dice al señor, discúlpeme no, pero no se da cuenta de que no le queda bien, postrado en una habitación con tanto tubito transparente entrando y saliéndole, tanta máquina tintineante, prendiendo y apagando, por qué el espectáculo, o no se da cuenta, esto de quedarse mitavivo mitamuerto, y usted familiar de turno, lagrimeando, rebozandole el capricho, acariciándolo, porque lo ví hacerlo, usted lo acaricia, es que no ve el despropósito, tanta cosa por hacer y él aquí tirado, y ya ve, usted rebozándolo, no se da cuenta acaso…

martes, 10 de noviembre de 2009

Ya.

Lo que hay en una avenida importante de ciudad: ruido, luces, tráfico, monumentos, publicidad, edificios altos, iglesias, gente caminando. Señales de tránsito, infracciones, accidentes, si llueve gente con paraguas, charcos, veredas anegadas, alcantarillas de donde escapa el agua.
Hay una incontable cantidad de personas ocupando los mismos lugares casi simultáneamente, encuentros ocasionales con conocidos, basura que atestigua el tipo de actividad que se realiza mayoritariamente: boletos de colectivo y subte, colillas de cigarrillos, envases chicos de gaseosas, volantes de publicidades, marcas grisáceas de escupidas recientes, recibos de bares y kioscos, envoltorios de pastillas, chicles, figuritas, bolsas de locales de ropa.
Gente en las esquinas pidiendo monedas, haciendo malabares, cargando bebés, vendiendo pelotas gigantes, curitas, barriletes del hombre araña. Policías de tránsito, empleados del municipio, barrenderos, vendedores ambulantes (rastas, negros de áfrica, bolivianos, paraguayos, argentinos), una vieja vendiendo una revista de poesía, chicos que ofrecen abrazos, chicos que no los quieren, teléfonos públicos rotos, punteros de cabaret.
Ruidos: de autos, motos, camiones, de gente riendo, gente cantando, gente gritando, discutiendo, puteando, cargando, agradeciendo, saludando a lo lejos, gente parando un taxi, atendiendo el teléfono, explotando con el pie un cartoncito de jugo natural; también hay música, en los autos, los comercios, en la gente de la calle; en los comercios: disquerías, teatros, restaurantes, bares, cybers, drugstores, librerías, departamentos bajos y casas; ruido de lluvia si llueve, un cartel tipo caballete que se cae por el viento, un choque, o una frenada, gente cerrando ventanas, tocando timbres, bajando persianas.
Los pasos acelerados, las inhalaciones agitadas, las exhalaciones agitadas, los ronquidos irregulares que nacen en el fondo de la garganta, la saliva formándose en la boca, la saliva atragantada, la saliva escupida, la que golpea el suelo. Las baldosas sueltas, los bichitos aplastados, las pequeñas ramas que se quiebran, los tallos, el papelito que se pega en la suela, y se lo pisa se lo pisa se lo pisa; los leves temblores nerviosos, la mano sedosa acomodando el pelo, las palmadas, las caricias, los roces, y todas aquellas pequeñas e indescifrables voces del cuerpo que forman esa especie de cuna que sostiene todo lo demás.

viernes, 30 de octubre de 2009

Stella Artois

Una silla de mimbre, lápiz de labios, un escarbadientes, la patita de un perro de la calle, el espacio entre dos libros arrimados, la almohada después de dormir un día entero, un montoncito de pañuelos descartables.
Uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco hilos de algodón, el rollo develado de una cámara de fotos, despertarse antes de hora, darse vuelta y seguir durmiendo, tacos de mujer, un atado de diez, largos, fuertes.
Las palabras cortitas que dicen todo, mejor las que no hace falta decir, el perfil de la lluvia desde abajo de un puente, el filo de una decisión. Una sonrisa tímida, la hoja metalizada de un cuchillo que se usa para matar a un animal, un deseo reprimido.
Lo que queda en el fondo de la botella y nadie quiere tomar, las apariencias, la coca sin gas, el entusiasmo un veinticinco de diciembre a la medianoche en una cena familiar, el papel celofán mucho más que una cartulina o papel glacé, el telón bajo, empezando a vibrar, las pestañas de un par de ojos casi cerrados, todas las formas en que brilla un cristal. Una remera blanca secándose al sol, un sobrecito de azúcar vacío dejado en la mesa de un bar, un chisme sin decir, palabras, palabras, las palabras; escribir en apenas dos renglones: hay un montón de cosas flaquitas en el mundo.

Y estás vos.

jueves, 29 de octubre de 2009

Un amigo le dice a otro

estoy pensando en un secuestro
llevarte lejos
te taparía bien los ojos con algo perfumado
y caminaríamos de la mano
porque de otra forma podrías perderte
y con el paso del tiempo viviríamos asi
juntos
sin saber mucho más que eso
vos
y yo
ahí

martes, 1 de septiembre de 2009

Rompiendo el hielo

Me pide el bolso, sé que eso es lo que quiere aunque apenas lo escucho. Lo escucho pero no podría reconocer su voz. Es terrible.
Hay un tren que llega. Pasarán treinta segundos hasta que la gente suba y, despacio, se empiece a ir. Treinta segundos, nada más que él y yo, para explicarle que no puedo hacer lo que me pide, para que entienda.

Te estarás preguntando qué clase de persona soy, que te doy 232 pesos como si nada pero me rehúso a entregar el cuadernito. Bueno, sabélo, el cuadernito no te lo doy. Es mío, tiene cosas mías, no te lo puedo dar. Gasté demasiada tinta y demasiadas hojas, tomé mucho café en muchos bares con chicas lindas que venían y me decían, azúcar o sacarina. No te voy a dar así porque sí lo que escribí, olvidate, en este cuadernito está la historia que nació en Nicaragua hace como trescientos años, y ya voy por el bisnieto, que va a ser asesinado a manos de un hermano que tuvo pero nunca conoció. Hace seis meses que estoy con lo de Nicaragua, Rubén Darío, León, Granada, William Walker, Sandino, y vos querés que te lo dé, mirá, acá encontré dos pesos más, 234 en total, me iba a comprar un celular, pero no importa, te los doy a vos, 234, en efectivo, andá y hacé lo que quieras, comprate algo, gastalo, conseguite un cuchillo más afilado, o algo que dispare, invertilos, pero el cuadernito me lo quedo, eh, seis meses, Sandino, William Walker, no, el cuadernito me lo voy a quedar, no te lo doy; apurate que viene alguien, apurate, dale, no digo nada, me hago el boludo, perdí la guita por ahí, la dejé en el pantalón y lo metí en el lavarropas, andate antes de que venga alguien y me delate con la mirada, antes de que te delate a vos quiero decir, este llavero me lo regaló mi ex, si no te lo daba, pero ya tenés 234 pesos, no te podés quejar, en una semana, cinco días hábiles, estás hecho, pero mi cuaderno, mi cuadernito, a vos no te sirve, mirá si ahora tuvieras el cuadernito en la mano en lugar de eso, sería más difícil para vos, mucho más difícil, yo no sé si entregaría 234 pesos sin oponer resistencia alguna, por eso te digo, dejame el cuadernito, no te lo lleves, dejamelo, es lo único que te pido, no me hagás esto, vos no sabés, no me podés hacer algo así, por favor te pido, por favor, te lo estoy pidiendo, no te lo lleves, es que no te das cuenta, no me podés hacer algo así

viernes, 21 de agosto de 2009

Leí

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir", y me pareció increíble. Lo releí una vez, dos veces, y ya no sentí nada. ¿Puede ser que la mera repetición retenga el peso de la cosas?
No estás conmigo y me duele. No estás conmigo y me duele. No estás conmigo y me duele.

jueves, 20 de agosto de 2009

El lugar sin límites

Apagá la luz, vendate los ojos y escribí tratando de no pisar un renglón con otro. Podés decir lo que quieras, hacer lo que quieras, podés girar la hoja y que ahora ella también sea parte de tu texto. No hay un mínimo de caracteres, tampoco importa que sea del todo legible. Es un ejercicio, date cuenta, y cuanto menos pienses mejor.

Hay cosas que no me ven pero están.

viernes, 10 de julio de 2009

se conocieron así

Y ahora voy a contar cómo se conocieron. La primera vez él estaba en la cama y tenía los ojos cerrados. No dormía, pero había decidido que todavía no quería despertar: a veces hacía eso, ser un estado. Así la conoció, pensándola con los ojos cerrados. Así descubrió que la había visto todas esas veces en su vida, y sonrió tímido por lo diferente de saberse también observado por ella. Así que en realidad no sé cómo se conocieron. Bueno, pero sé que caminaron por una calle. Él miraba el piso porque era muy importante no confundirse de paso, y por eso debía mover todo a su debido tiempo. Ella hacía algo parecido, pero porque estaba enamorada de sus pies. Los de ella. Realmente se perdía mirándolos andar, tan largos y finos, todo ella tan azul. Cada tanto sus codos se chocaban y lo más leve del mundo se agitaba alegre. Apenas se animaban a sonreír sin mirarse a los ojos.
Supongamos que deciden volver a caminar a la par, ¿cómo se ponen de acuerdo, si ni siquiera se saben sus codos? Esta vez él camina un poco más adelante, porque es la segunda vez y se siente con derecho a. ¿Derecho a qué? No importa, está en el descubrimiento de un algo natural a él. Se siente con un derecho, así que desarma la repetición y camina un poco más rápido. En ella los pies siguen tan lindos como la primera vez (los tiene de rojo; con la vereda gris de fondo realmente no hay cosa más linda), tan linda que de verdad le gustaría que alguien más pudiera ver lo que ella ve. Cuando sin querer él se mueve un poco a la derecha y posee, apenas, el lugar que le corresponde a ella, hay una especie de confusión de realidades, una primera forma de ver. Y me gustaría decir más, pero no sé cómo.
En la mañana del tercer día ella se sorprendió a sí misma con las ganas de ser más. A veces le pasaba, las ganas de ser más. Entonces buscó unos zapatos vino tinto de tacos muy altos y se preguntó en el espejo. Había una respuesta ahí, pero ella no siempre entendía las preguntas que se hacía. Se rozaron las manos y él sintió la necesidad. Están caminando otra vez, tan apretados contra las paredes de las cosas. Se tocaron las manos y ninguno pudo hablar; están en un momento de acción incompleta. Y ésta también es una primera vez. Y ahora ya se atraían, la mano de él y la de ella, van y vienen para aprender a animarse, gustarse, para respirar juntos el momento. ¿Se ve lo que yo veo? Ellos dos caminando a la par y sus manos haciendo el momento. Las manos que son la parte distraída, que no piensan en caerse ni se ven lindas, las manos que no buscan lo que encuentran, que ya tienen.
Y así se conocieron, caminando de la mano, sin tener que hacer, qué ver, ella de pelo tan largo y ojos tan negros, él que sólo creía en un par de ojos negros; así se conocieron, así lo piensa él, todavía en la cama, todavía siendo un estado.
Y si además de caminar se hubiesen animado a hablar, el diálogo habría sido algo así:
Todavía no me caía.
Me gustan mis pies.
Es que me concentré para no caerme.
Si los vieras también te gustarían.
Hasta podría mirarte los pies, y tampoco me caería.
Un día quiero que me mires los pies y que te gusten.
Sí...
Sí...

lunes, 1 de junio de 2009

Pasado continuo

Se murió. Yo tenía once años. Mi mamá me dijo, Andá a despedirla, Despedirla por qué, Porque se fue.
Terminé de limpiar la última fila de baldosas de la pileta, dejé el barrefondo y apagué la máquina. Creo que tenía dos perros en esa época. Ella estaba en la cama, muerta. Muerta, ella, lo más injusto cuando uno tiene once. Muerta y se sigue muriendo, como eso, como lo que estás haciendo ahora, como una fina hoja de papel que se divide, y se divide, y se divide, hasta que no hay más.
Te pido por favor pará.

ni algo así

Yo he visto a la muerte mientras se hacía dueña de una persona. He visto a esa persona tratar de escapar como si hubiese olvidado que hay cosas de las que no se escapa. He visto cómo se detenía, no la muerte sino él: sería tonto decir que la muerte se detiene alguna vez. Me he visto a mí mismo levantando un cuerpo muerto, que es mucho más pesado de lo que se imagina, y me he visto también mucho más fuerte de lo que imaginé. He visto un agujero en la tierra, un entierro. Y la aparente indiferencia con la que el resto del mundo sigue adelante.
No he visto lágrimas, ni respuestas, ni algo así como un sentido. Es probable que haya visto todo cuanto podía ver. Y nada más.

martes, 19 de mayo de 2009

/ 11 Leona.

No, nosotros no, yo no. Ya no voy a usar mi barquito para arrimarme, ni preguntar en cada librería, convertirme en un nene y llamarte, decirte, como si fuera así, como si realmente alcanzara con nombrar. No voy a pararme en la ruta y pedir que me lleven, que se apuren que tengo una cita con una mujer muy especial, que se apuren porque no sé si podés esperarme, si vas a tener las fuerzas. Ya no, no sé si alcanzará visitarte ahora, si leerte si buscar, ¿qué?, vos que nunca supiste de mí, yo que me llené tanto de vos.
Voy a caminar por la playa y ya no será la playa, pisar la arena y no será, sentir el agua en los pies y no, ya no. Me pregunto si la noche será sólo eso, noche,
si aquí
si ahora
si tampoco
estará la paz. Si este es el fin de un misterio, eso me pregunto, si el dolor sigue, si eso que no es amor pasa, si será posible olvidarte, si podré rozar un libro sin que ahí estés vos.

jueves, 14 de mayo de 2009

3,3333...

... no podía enfermarse, y ella de verdad lo deseaba: le faltaba el compromiso con su propio cuerpo. Algunas cosas le dolían, pero era como si el mal nunca se posara realmente en ella, como si le diera vergüenza mirarla a los ojos. Parecía ese texto escrito, sólo eso, una y otra vez.

martes, 12 de mayo de 2009

Plena

Porque quiero, porque lo pensé y lo quiero hacer, y no empieces con eso, con que no te quiero o no alcanzás, es otra cosa, no sé, es eso, cambió todo tanto, ya sé que creciste, que tenés tu vida, yo también tengo mi vida, pero no me vengas con esa estupidez de que te estoy reemplazando, acá todos reemplazan a todos, todos somos reemplazados, vos hacé lo que quieras, crecé si querés, viví tu vida como si fueras vos y nada más que vos, no quiero que me pidas nada, ni permiso ni nada, es así, yo no espero más, ¿entendés?, yo siempre esperando, el esposo, los hijos, basta, voy a hacer esto, yo, y no me importa si te molesta, o si te sentís reemplazada o no sé qué, sentí lo que quieras sentir, lo que tengas ganas, yo me voy, acá todos cagan a todos, acá siempre igual, acá es así, chau, me voy a dormir.

lunes, 11 de mayo de 2009

Aunque no lo diga se hace decir

Soy cobarde porque no puedo crear imágenes o mantener un diálogo convincente, no sé elegir nombres para mis personajes. Pero la araña se acerca.
Apoyado en la baranda de un bar, Luján, la mesera, se acerca. El es Fernando, la miro venir, apoyado en la baranda de un bar. Luján tiene un novio, y ese novio la mata si dice que sí a mi invitación. No quiero que Luján muera, pero yo mismo la mataría si ella me lo pidiera; o si más o menos fuera necesario.
El personaje de Lujan tiene 23 años. Es flaquita y rubia, y camina con la delicadeza que jamás tendrá un saltamontes asustado

- Un hombre ha sido asesinado de dos tiros en la espalda.

Luján tiene otro personaje llamado “Asistente”. En este otro mundo, Asistente no tiene novio, ni sabe quién es Fernando, aunque sigue siendo rubia y flaca. Asistente aparentemente conoce al personaje Rosa, una puta dudosa y colorada que usa vestiditos cortos y escotados.
Junto a Asistente y Rosa, hay otros tres o cuatro personajes, numerados sólo para respetar algún orden, pero sin nombre propiamente dicho. Hay uno que sí tiene, Vraile.

- Asistente: Un hombre ha sido asesinado de dos tiros en la espalda.

Rosa, Vraile y los numerados se miran, al parecer, significativamente.
Apagón.

- Hola Fer.
- Hola Lu.
Además de Fer y de Lu, el novio desconocido, Asistente, Rosa, Vraile y los numerados, hay algunos más, dos hermanas y una prima de Luján.
- Viniste.
- Llegué.
- Te vi.
- ¿Me viste?
- La remera que tenés brilla cuando se apaga la luz.
- Ah...
- Además no había mucha gente.
- No.
Las hermanas y la prima, personajes absolutamente secundarios, proponen un quiebre inesperado:

- Luján, tenemos hambre, vamos a comer.

Por fin vemos el hecho simple que hace emerger el conflicto hasta ese momento oculto. Luján se va, también sus hermanas y su prima, el novio desconocido, Asistente, Rosa, Vraile y los numerados. La historia corre, entonces, serio riesgo de retraerse otra vez hasta convertirse en un pequeño soliloquio.

domingo, 3 de mayo de 2009

No buscado

Cómo hacés para aceptar el rechazo, cómo te da la cara, cómo podés, si todo el tiempo te dicen que no, todo el tiempo, me dan ganas de pegarte a veces, ¿o no te das cuenta de que no te quieren escuchar?, y aunque trates de parecer linda, no es eso, es otra cosa, sos vos, o no vos, vos haciendo el papel de, ¿entendés?, en ese momento vos, pero haciendo algo que nadie quiere en su vida, así que sí, supongo que podría decir que vos sos el problema, que la gente no te banca a vos, puntualmente hablando, por eso digo, cómo hacés, cómo hacés para vivir, un día, un minuto, lo que sea, porque yo estaba en el colectivo, el 100, y vi cómo cinco personas te dijeron que no, nadie me lo contó, lo vi yo, y te lo habrán dicho con la voz, pero yo me refiero a los cuerpos las manos los gestos, un no tan grande, y tan profundo, y tan sincero que no hay un centímetro de piel que se salve. Cinco personas en un minuto, o menos, porque el colectivo iba andando, y apenas paró un segundito en la esquina, y después ya no te vi más, y encima eso, la bronca de no poder agarrarte del cuello y sacurdirte, basta, basta de siempre lo mismo, de volver a intentar, ¿no te das cuenta?, basta de tanta falta de miedo, de tanto amor por la vida, ¿no te das cuenta que yo no puedo?, que el colectivo sigue, no para, el colectivo no para y yo estoy en el medio, justo en el medio, y está lleno de gente, hombres mujeres y niños por todas partes, perros gatos cucarachas, no sé que más, raíces y libros en el piso, entrando por las ventanas, y yo que me quiero bajar, y no puedo, no puedo, no puedo, y empujo y grito, grito que esta es mi parada, que después de tanto tiempo tengo que parar, pero esto es un barullo infernal, no sé cómo no me di cuenta antes, es imposible vivir así. Y el colectivo arranca de nuevo y ya te perdí. No estás, o sí, vos sí, yo no, yo soy el que no está, el que pasó frente a vos, te vio, te vi, yo seguí como venía, no pude torcer, nada, el rumbo, nada, vos estás y yo soy el que me fui, y decime, a ver, qué hago, explicame por favor, decime, contestame esto, qué puedo hacer.

jueves, 30 de abril de 2009

¿y ahora, Idea?

YA NO

Ya no será,
ya no viviremos juntos,
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa,
no te tendré de noche
no te besaré al irme,
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú.
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

* Idea Vilariño falleció el martes 28 de abril de 2009 en una clínica de Montevideo. Tenía 89 años.
Ella, su voz, siempre.

sábado, 25 de abril de 2009

Exactamente ahora

soy tan feliz que lo ideal sería morir

jueves, 23 de abril de 2009

a Décimo Bornes

De chico fui mudo. Nací con el don de la voz invisible; con cuerpo, y forma, y curvas ascendentes y descendentes, pero invisible. Me llevó un tiempo entender la contradicción: una ausencia como testigo de sí misma.
Todavía no sé, pero creo que ya percibo la culpa de vivir mi nueva vida.

Décimo Bornes

Estoy en mi momento de debilidad. Otra vez. Me siento observado, en falta con el mundo. Apenas un ruido leve y soy lo móvil dentro de lo inmóvil, el pequeño grito en la cima de la desesperación.
La debilidad propiamente dicha, tan real que alguien, alguna vez, tuvo que haber sido dios.

lunes, 13 de abril de 2009

¿Por qué no puedo tener mi propia manera de enamorarte?

Que te mueres hoy así te lloro más que nadie
O que te pise un tren, te quiebre casi todo y te quedes viva, como sólo vos sabés
Sentir tu odio, estar hasta cuando no me quieras
No me hables más, a propósito, no soy nadie

que te caigas y te pisen y te quiebres y te rompas y te mueras.
te lloren y te rías y me pienses y me dejes, no soy nada.
no me mires ni me hables ni traigas, o hagas o sirvas, ni quieras conmigo lo que querés con otros con alguien con cualquier otro.
estar cuando menos lo elijas...

Correo I

Mis sonrisas dependen, entendélo.
A veces pienso que me gustás, y que me vas a dejar de gustar. A veces no sé para qué una vida sin vos. Parece todo una gran confusión, pero si te fijás bien es de lo más normal.
Como abrir un ojo, y cerrarlo.

martes, 30 de diciembre de 2008

Cuando eran chicos se buscaban todo el tiempo; en los autitos chocadores se querían chocar. Cerraban bien fuerte los ojos para encontrarse y vivir su momento íntimo. Después volvían a tener apenas diez años y jugaban a evitar.
Pero a él le molestaba que en ella todo pareciera tan fácil, y a veces pasaba días sin hablarle: pequeño sacrificio de amor. Y entonces, casi sin querer, caminaban juntos, los dos chocándose un poco, y ella decía eso que él no iba a poder resistir:
- Hola.
No podía resistirse a la honda entrega que es mirar a alguien a los ojos y pronunciar una palabra tan transparente: “hola”. Y crear un principio de . Porque él se sentía así -parte de ella.
Y si tenían tiempo, y el día era muy lindo con el sol caliente en la nuca, entonces los dos se subían a sus autitos y cuando estaban ahí, uno en el camino del otro, respiraban todo el aire del mundo, y se animaban a cerrar los ojos una vez más.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Tiene dieciséis años mientras espera. Se sienta con las piernas debajo de la cola, el cuerpo caído apenas hacia la izquierda, los hombros rectos y la cabeza erguida, casi soberbia. La pollera del uniforme es un poco corta, o puede ser la posición; tiene los muslos llenos pero firmes, de líneas delicadas que despacio, muy despacio, avanzan peligrosas hasta idealizarse bajo el misterio de una tela azul. Siente el silencio en la habitación como un respeto ganado y sonríe: cuando llegue el momento, cuando entre, sus palabras serán pura cosa, como si sólo fuese posible vivir con lo que sale de ella.
La puerta se mueve, lo siente detrás. La espalda se le tensa aunque trate de parecer relajada. Hay un cosquilleo que nace en su nuca, se sumerge entre su piel, sus huesos, ella,
y baja
baja
baja
llega a la cintura, un poco más, hasta el hilo deshilachado de su ropa interior rosa. Cierra un poco los ojos porque después los va a querer abrir. Por fin desentierra los dientes de sus labios rojos, anchos, vivos.
Tiene dieciséis años mientras espera y la puerta que se abre ya. Tiembla apurada, obligándose a ser niña por última vez. Tiembla aguda, desesperada. Húmeda. Y se hace mujer.

jueves, 27 de noviembre de 2008

... después las cosas suceden casi naturalmente.
Entró con tantas ganas de entrar que por suerte para él las puertas estaban abiertas. Se sentía la frase perfecta. Tenía una sonrisa que no sabía si animarse a ser; así de importante era el momento. Era el nacimiento de una transformación: acababa de ganarse el primer sueldo de su vida. Entró para vengar todo ese esfuerzo mensual en la cómoda frivolidad de un regalo. Había palpitado el momento y ahora el cuerpo apenas se mantenía cuerpo.
Se cortó dos veces con las perchas de metal, pero estaba así, en medio de un placer egoísta, vivía ese instante que existe sin conciencia de sí, parecido al recuerdo de una sensación, como estar en lo más alto sin querer llegar a ningún lugar.
Cuando corre los vestidos ahí está él, su huella, mezcla de tinta seca, tierra y culpa, lo negro, el color que mejor cierra. Hasta se anima a sonreírle a la vendedora. Tiene trabajo y dinero, tiene lo que es de él, y de alguna forma sutil, es como si eso importara al momento de juzgar una foto.
Después vuelven las mañanas de frío casi cero, el camión, los libros, otro sueldo. La carrera eterna por una sensación imperceptible ya, irreal; la primera sospecha de una culpa, la honda magnitud de un atisbo de comprensión.
El camión, los libros, el fuego; y sus manos negras, negras, negras.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Fue feliz por una voz dirigida a él.
Fue feliz: pasó algo que nunca esperó, y se formó una novedad dentro suyo. Por ese segundo que no es algo sucedido sino un presente sobrecogedor, por ese segundo definió toda su vida. Quería agarrarla del brazo, decirle Nadie nunca hizo algo así por mí, Qué, Esto, ¿Hablarte?, Sí, no, esto, así, nunca, nadie, nunca...

lunes, 10 de noviembre de 2008

You`re fired, como en las películas: estás despedido. Estoy despedido, sin pedidos, nadie me pide más. Se supone que es un estado terrible de cosas, por eso las palabras gritadas, pesadas, gruesas; me cansaste, te vas. Después también es cierto que un dueño nunca pide y que un pedido (como sujeto objeto de pedidos) nunca está realmente dispuesto a dar, lo que supone, quizás, el único momento en que despedidor y despedido se ponen de acuerdo: me caés mal.
Idea Vilariño contó que un hombre le recitaba “Ya no” a su esposa moribunda ahí, justo en la comisura de la muerte, y que sólo eso aliviaba, al menos un poco, la incoherencia que para ella representaba publicar.
Yo todavía pienso en la mujer de la que me enamoré y que no puedo nombrar –tiene un nombre y un apellido: a veces el silencio es despiadado. Todavía imagino la noche que no fue, la noche del día en que la despidieron. Y ella se puso triste. Y yo me puse triste.
La silla tembló un poco. No debía apoyarse en los costados para levantarse, ¿no ves que se rompe? Sonó dos veces y recién empezaba a moverse. El piso de baldosones blancos y franjas verdes tenía tierra impregnada, la podía sentir. En el quinto pulso levantó el tubo.
Hola
Agarró las llaves y el registro; sabía que tenía plata en el bolsillo izquierdo del pantalón. Le pegó una vez más a la pared con el puño cerrado: necesitaba ese punto de sangre en su mano como una referencia. Salió a la calle y cerró todo de un golpe. Antes avisó que hoy no iba a cenar.
Igual infló la goma. No quería que fuese por azar. Además le molestaba estar preocupado por las cosas. Él decidiría cómo.
¿Cómo hacemos?
A las ocho.
Dale, a las ocho en la puerta.
Sí, no quería que fuese el azar. Llegó ocho y tres minutos; llegó tarde porque se había quedado en un bar haciendo tiempo. No quiere ver la televisión, pero es imposible. No importa la mesa, levanta la vista y ahí está el partido. ¿Me cobrarán más caro porque hoy es domingo y dan el partido? En algunos lugares hacen eso, cobran más caro por el partido del domingo. También había dejado de creer en ellos, los jugadores de fútbol. Tenía la certidumbre de un porqué, pero cuando le preguntaban daba respuestas inconclusas, medias respuestas. Hablar por completo era demasiado esfuerzo. Aunque esfuerzo no era la palabra. Ocho cero tres.
¿Estás con el auto?
Sí, lo dejé por allá.
Dale, te espero.
Había tardado cinco pulsos en atender el teléfono
Qué bueno que me llamaste.
Inflar la goma fue una pérdida de tiempo. Manejaba tan lento que era imposible pinchar. Y aunque pinchara.
Seguíme así no te perdés.
Siempre le pasaba igual, la extrañaba hasta que la veía, la veía y la dejaba de extrañar. Pero es la última vez.
¿Por qué?
Porque los chicos no salían.
¿No hiciste nada, entonces?
Nada.
¿Soplaste la velita aunque sea, pediste los tres deseos?
Miró a las dos amigas, a la del auto y a la de la casa, y se preguntó qué hacía ahí: en serio, ¿qué hago acá? Cuando se levantó eran las siete de la mañana y el día tenía un deseo de ser. A las ocho se había vuelto a acostar porque tampoco podía si le daba sueño. Pero no quería dormir dormir, así que se acostó cruzado, por encima de la sábana: incómodo y temblando por el frío iba a tener que reaccionar. Y las cosas quizá fuesen diferentes.
¿Venís a comer?
Hoy no ceno.
¿No cenás?
No.
¿Qué, vas a tu casa?
Nunca comió comida china, o mejicana, es como si nunca hubiese sentido la curiosidad. Pero éso sí le daba intriga, qué sentiría, cómo vivirían el día después.
Uy nene, no es gracioso.
Salieron cinco años y todavía tenía la sonrisa más linda. El mes pasado habrían cumplido nueve juntos; sabía que iba a sufrir, que iba a llorar todos los días, o casi todos. Pero bueno.
¿Cuándo nos vemos de nuevo?
No sé –recostado en el piso de madera sentía toda la espalda como por sorpresa-, qué raro, es casi lindo verlas.
Nunca supo por qué dijo eso, o si importaba.
Seguime así no te perdés.
Ya sé cómo volver.
Todo hasta Libertador. En Libertador, a la derecha.
Ya sé.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

- A veces es como si fueras una palabra. Sos la palabra que entra en el mundo de los demás; ¿es verdad que sos tan humilde que tenés que escribir para animarte a ser?
- No sé qué soy. Es como si fuera más fácil así.
- ¿Cómo?
- Mostrando sólo lo que sale de mí.
- Y cuando te rozan la mano de repente, y te animás excitada. Y si querés.
- A veces mirando el mar me imagino adentro, perfecta, eterna como el reflejo del sol. Y estoy tan linda que cierro los ojos de la vergüenza: si me quedo mucho me sonrojo toda.
- A veces nada más me quedo mirando el sol para llorar sin dolor.
- Quiero que me cuentes más.
Ella quiere que le cuente más. Puede sentir la admiración que en él vive por ella, y su admiración es como una caricia infantil. Ahora ella sólo quiere lo que ante él ya no podrá: ser chiquita otra vez.
- Sos la primera vez que te vi. No sabés evolucionar.
- No entiendo.
- Aunque te explicara no entenderías.
- No soy tonta.
- No sos tonta.
- Es que es tan fácil olvidarse de todo.
- Que te desvivís por empezar todo otra vez.
- Es tan lindo el reflejo de mi brillo en el mar.
- A veces nada más me quedo mirandote para llorar sin dolor.
- Me divierte lo olvidadiza que soy. Las cosas se van tan fácil: es como si yo las naciera y después las dejara ir.
- Sos la cosa sin fin.
- Aunque nunca entendí al tiempo.
¿No estaría pidiendo demasiado de sí misma? Como si ella fuese su propio obstáculo en la vida.
A veces nada más quiero escucharte, después decía ella, por ese placer sincero, tan egoísta.
(todo esto bien podría haberse evitado)

Quiero ser chiquita, ¿me entendés? Como los agujeros que hacen las almejas en la arena. Pequeños huecos que anuncian vida debajo de ( ). La existencia invisible. Como la respiración marcada en el piso. Una pista de vida. Caer sin tocar el piso, ser la pieza-que-no-se-desarma. Estirarse de lo lindo. Que nadie me mire las rodillas. No soy tonta, no puedo vivir tapada de arena, lo que quiero es otra cosa. Por ejemplo, el espacio después de una coma, tan humilde que da vergüenza de sólo pensar en leerte, un caramelo de menta desvelado bajo la almohada, esperando; el aliento ni bien te levantás. No te voy a contar que estoy en cada centímetro de piel, no voy a contarte lo que ya sabés: como si uno tuviera que dolerse para ser. Y cuando llega la sorpresa tímida que es sentirse, que es sentir. También está el mundo y todos mis poros: en cada uno de mis poros el mundo es mi soy.
Tan chiquita que la noche no me puede esconder. Supongamos que soy lo no oculto de la noche, ¿soy tan linda que nadie me aprendió a mirar? Es como si mi futuro fuera no entrar en la palabra. Y tengo una ingenuidad que da miedo. Tan fácil no darse cuenta: en alguna parte de esto hay un misterio casi inmoral.

El Suicida

Se miran atraídos, primero, por un no saber. Se miran así casi sin saberse. Él a menudo gira la cabeza, pero no puede, no puede, no sabe evitar. Sentir la piel es reconocerse en un todo, todo lo que hay en el mundo lo cubre ahora. Es como si hubiese nacido para un amor así.
Cuando las cosas son oscuras la piensa. Cierra los ojos porque no soporta su propia sonrisa si la imagina. Es tal la pasión. Es tal la pasión que un encuentro sería casi redundante. Pero se viste, se prepara para ella: es posible que esté listo ya. Hace éso, gira la cabeza en la cama para saber cuánto puede estar sin extrañar.
La espera tendido, desnudo, sucio, su primera vez así, un cuerpo. Y ella curiosa, palpitando, irónica a punto de entrar;
vení, acercate, no te veo
me da vergüenza, no me vas a querer
te quiero, dejame
no puedo, no sé
tengo los ojos cerrados
me da vergüenza mi cara, mi cuerpo, yo
dale / te dejo, así
es tan frío
es mi cuerpo
tan frío
sentime, soy yo
¿quién sos?
sabés quién soy
qué hacés
sabés
no me sueltes
no te suelto
no me dejes, llevame
te llevo
no me quiero quedar
no / ya no
vos no te quedás
no
no
ya está, amor...
Di vuelta una página sin esperar, y así tuve lo que sólo sin esperarse llega: el momento vivo.
Estuve en el momento hasta que dejé de vivirlo para darme referencias y entender.
Como ser testigo de uno mismo.
¿por qué lo hiciste sentir mal?
nos tuvo esperando una hora
no hacía falta que le hablaras así
estoy vieja, no me puedo dar el lujo de esperar
no estás vieja
vos no, vos todavía podés perder
Le iba a decir que en esa hora, mientras esperaba, estaba linda. Que aunque no se diera cuenta, hasta pudo sonreír. Le iba a decir que cuando hablaba, cuatro chicos de mi edad no hacían más que escuchar: la rodeaban como a una presa, pero yo casi podía inhalar el respeto calmo que salía de ellos. Le iba a decir éso, el orgullo de ser hijo de.
vos tenés una forma especial de ser –después decía ella-, vos siempre preferís creer

qué
en esa hora, mientras esperabas
sí...

martes, 4 de noviembre de 2008

¿Sensualidad? claro, mujer.
A veces soy tan ingenua que me asusto, pero sé. Hay una foto de mí a los doce años: a los doce años yo ya sé. Parece cuento de un misterio en mí. ¿Mí? A ver.
También soy delicada como la hoja arrancada con urgencia. Hay lo que no había más allá del nuevo borde de las cosas. Una vez caminé por una calle y había una propaganda que decía: no me acuerdo qué decía, pero estaba rota, y tenía una forma de ser tan diferente a las demás. De delicadeza así estoy hablando.
Y me pasan las cosas más raras. La gente me choca por la calle y dice, discúlpeme, no lo pude evitar.
- No pudo evitar tocarme, ¿seré inevitable?
Y con ensimismada timidez les doy mi perdón.
Supongamos que inevitablemente soy, ¿qué soy?
¿Hermosa? no, mujer.·
No soy hermosa, hermosa es la palabra lora, o la teoría de la relatividad: la teoría de la relatividad es empíricamente hermosa. Yo apenas soy lo que sin saber es, soy el secreto de lo inefable.
Tengo tantos vacíos de contenido que para la mayoría de las cosas me alcanza con ser. Si ni siquiera me acuerdo de lo que olvido (sorpresa): puedo lo todo.
- ¿Seré un resultado?
Si soy un resultado quiero ser con coma y decimales; nadie descubre lo eterno en el uno más uno. Pero uno coma uno cambió el mundo. Además hay algo chiquito después de una coma, un silencio que también es un saber.
- Cuando estoy haciendo algo que no quiero hacer me paro y digo: no quiero más.
Así que también soy hacendosa, hago y deshago con tal amor y seriedad que no sé lo que vive en una consecuencia.
Pero respeto mi cuerpo. Mi cuerpo me habla y yo hago. Mi cuerpo es mi rey. No soy impulsiva: impulsivo es el capricho por una vida exterior. Lo mío es cosa seria: yo me someto a mí.
- A veces nada más escribo tu nombre en la arena, tenerte hasta que la marea te lleve.
Y soy tan misteriosa que cuando menos lo espero escribo la palabra: fin.
Porque sí.
Fin.

· Plagio extraído de “APRENDIZAJE o El libro de los Placeres”, pág. 16, Clarice Lispector y Herederos.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El mundo le queda demasiado. ¿Demasiado qué? Sólo éso, demasiado. Y después: ella es muy linda, demasiado para este mundo que no le queda, se lo probó, y este mundo no le queda. Como cuando quiso ser feliz, transparentemente. Como decir transparentemente dos veces, una detrás de otra, nadie se quedó a ver.
Una vez casi se hace la pregunta peligrosa. ¿Quién soy? A veces habla, y lo que dice no tiene mucho sentido, pero éso porque sus palabras también se delinean solas, como ella, que nunca voy a conocer. Otra vez se quedó mirando una nube, todo un día, hasta que se hizo de noche y entendió: ella, también, va a morir. Hace las cosas por primera vez, cada vez; sabe, sin saber más, que todo, siempre, es primera vez. Es una de esas personas que se encuentra cada tanto, o que ya no se encuentra: la clase de persona que siente lo que es el dolor en la punta del dolor.
Pero me aburre describir.
Tampoco se cayó la primera vez que usó esos zapatos de tacos muy largos: estaba tan vacía de todo que para la mayoría de las cosas le bastaba con ser.
- ¿Cómo aprendés tan rápido?
- ¿Aprender?
- Sí, ¿cómo aprendés tan rápido?
- No, aprender es difícil; yo no aprendo, imagino lo que me gustaría hacer.
- ¿Y con éso basta?
- No, con éso no. También tengo que decirlo en voz alta, acordarme de que existo: a veces soy tan leve que me confundo con las cosas.
Fácil, así, como cuando atendiste el teléfono y me dijiste, estoy durmiendo, llamame mañana.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Sin saber cómo, gracias. Cómo agradecer a alguien que ya no está, a vos que te fuiste tan rápido, que me quitaste la oportunidad: conocerte. Cómo mirarte a los ojos y que entiendas, rozarte con el cuerpo abierto, mezclarme en tu voz. O si quisiera besarte. Y entonces extrañarte de la peor forma: con la melancolía de lo que nunca será.
Pero todavía quiero decir gracias. Y te fuiste. Y no sé qué hacer.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Con labios apretados y la frente llena de dudas, lo ve: es imprescindible cambiar las reglas del tiempo. Lo estuvo pensando, le dio vueltas al asunto. Tiene nueve años y le dio vueltas al asunto. Dijo: voy a pensar sobre este tema, y se encerró en su habitación. Anotó sin signos de pregunta las preguntas para las que no encontraba respuesta, después hizo la prueba: contó cuánto tardaba en leerlas en voz alta. Así descubrió lo que desconcierta: la independencia intelectual (más adelante llorará en silencio por lo terrible, la visión: los adultos no lo saben todo). Porque mientras lee con la boca y cuenta con los dedos, se da cuenta de que las palabras tienen una longitud temporal y los contenidos que encierran, otra. Maduro en esta nueva realidad, sonríe lo sencillo de la idea: no hay dos segundos que duren lo mismo.
Tiene nueve años y ya entendió el secreto de (dos puntos) el segundo que dura para siempre. Y podría ver mucho más, pero su madre sigue así, amontonando el tiempo en montoncitos iguales. Sólo por amor de nueve años juega su juego. Y se va a dormir.
Le tocó el codo sin saber por qué, la palabra distraído escrita a mano alzada en la piel. Le dio vida a un segundo de lo que la gente llamaría perfección. Pero la perfección, aún difícil de alcanzar, es posible imaginar. De pronto siente pena por la imaginación, que se revela a sí misma y sólo por ser ella, así, ingenua, muere.
El todavía no sabe, ésa parte del ser, el valor de lo espontáneo. Pero por vago, o porque hay demasiada gente usando su atención, se le otorga el milagro de lo real: es.
Y así, en este mundo primitivo y salvaje, la conquista: él la toca, ella se deja tocar.
No pueden saberlo, pero cada uno es, lo que se dice, verdaderamente feliz.
La gente muere de noche. No hay motivos para que sea así. Sólo la fuerza de ser. Se queda colgada de este pensamiento humilde (el pensamiento es humilde; pensar no lo es: respira). Muerte fuerza y ser. Sabe que es muere y no muerte, pero se deja mentir. Imagina una pileta infinita con tres círculos verdes. Los círculos flotan. Ella vuela. Pero sólo entre círculo y círculo. Verdes. Prueba más allá; más allá se hunde sin remedio. Ahora tiene muere fuerza ser y remedio. No sabe vivir con la mentira; es muere. El pensamiento está desnudo, como ella dijo, es humilde, casi pobre. Se queda saltando de círculo en círculo, que siguen siendo tres; más allá se hunde. El remedio no es real. La gente muere de noche a fuerza de ser sin remedio circular. Los remedios son pastillas chicas chicas o feos líquidos hundibles. Uno no puede confiar seriamente en pastillas hundibles. La gente no muere de noche. Sólo los que eligen hacerlo. Un pensamiento dura sólo eso, pero ella todavía no llegó a serlo. Uno es el pensamiento. Ella todavía no. El día y la noche es un estado mental. Ella no.
Pero me gusta la libertad, de verdad me gusta, me gusta tanto que acepto con ganas que se escape todo el tiempo, que libremente elija no ser mía: ahora no estoy hablando de la libertad. Me encanta esa parte de no ser nada y sólo por eso poder ser. Me encanta ser su elección. Me encanta que no quieras enamorarte de mí.
Quiero escribir una historia que empiece así: es parecido a, que empiece así y me lleve hasta donde ella quiera. Es que soñé con éso, un comienzo, un comienzo para una historia que está escrita y tiene dueño (me gustaría haber usado otra palabra en lugar de dueño, algo menos invasivo, como puente o celofán). Pasa, además, que este dueño es una persona que quiero y admiro, el sentimiento es deslumbrar, y por ese amor y esa admiración, me quita el aire antes siquiera de ser aire la idea de que al menos por esas tres palabras puedo ser: con ella.
En cuanto a aprender a ser: es lindo angustiante y solitario. No puedo decir más. Y quiero ser con ella, me imagino cosas, pienso: error, pienso otra vez. Si estuviera leyendo esto, le diría que tengo ganas de verte y hacer de cuenta que no te conozco, no la conozco, y abrazar todo por primera vez. Otra vez. Voy a jugar a eso, aunque ya caminé demasiado para reconocerme, demasiado para decir nó a éso que ya soy. No sé si se entiende: es parecido a.
Se despertó así: las ganas de atravesarse la frente. Con un cuchillo o una birome. No podía decidirse / hoy le da lo mismo. Fingió el grito: había olvidado cómo sentir. Él sin infinitivo. Los dobles fondos del verbo: amar.
Con la sonrisa partida al medio llega al estómago y se detiene. Se da cuenta de lo que quiere. Ser. No hay más. Por eso jugó más de un cuarto de siglo hasta abrirse en ella. Quiere ser. Se tira, le confiesa éso sobre su voz; se disfraza de lo que es. Como mil primeras veces. En la cama en el lápiz en la bañera. Los ojos siempre haciendo dedo. Entonces sí. Éso que llaman magia: se descubre en ella.
Él. En ella.
Hasta que se duerme otra vez. El miedo de que no haya sido más que un mal despertar. El peligro de que no.