sábado, 1 de noviembre de 2008

Le tocó el codo sin saber por qué, la palabra distraído escrita a mano alzada en la piel. Le dio vida a un segundo de lo que la gente llamaría perfección. Pero la perfección, aún difícil de alcanzar, es posible imaginar. De pronto siente pena por la imaginación, que se revela a sí misma y sólo por ser ella, así, ingenua, muere.
El todavía no sabe, ésa parte del ser, el valor de lo espontáneo. Pero por vago, o porque hay demasiada gente usando su atención, se le otorga el milagro de lo real: es.
Y así, en este mundo primitivo y salvaje, la conquista: él la toca, ella se deja tocar.
No pueden saberlo, pero cada uno es, lo que se dice, verdaderamente feliz.

No hay comentarios: