martes, 10 de noviembre de 2009

Ya.

Lo que hay en una avenida importante de ciudad: ruido, luces, tráfico, monumentos, publicidad, edificios altos, iglesias, gente caminando. Señales de tránsito, infracciones, accidentes, si llueve gente con paraguas, charcos, veredas anegadas, alcantarillas de donde escapa el agua.
Hay una incontable cantidad de personas ocupando los mismos lugares casi simultáneamente, encuentros ocasionales con conocidos, basura que atestigua el tipo de actividad que se realiza mayoritariamente: boletos de colectivo y subte, colillas de cigarrillos, envases chicos de gaseosas, volantes de publicidades, marcas grisáceas de escupidas recientes, recibos de bares y kioscos, envoltorios de pastillas, chicles, figuritas, bolsas de locales de ropa.
Gente en las esquinas pidiendo monedas, haciendo malabares, cargando bebés, vendiendo pelotas gigantes, curitas, barriletes del hombre araña. Policías de tránsito, empleados del municipio, barrenderos, vendedores ambulantes (rastas, negros de áfrica, bolivianos, paraguayos, argentinos), una vieja vendiendo una revista de poesía, chicos que ofrecen abrazos, chicos que no los quieren, teléfonos públicos rotos, punteros de cabaret.
Ruidos: de autos, motos, camiones, de gente riendo, gente cantando, gente gritando, discutiendo, puteando, cargando, agradeciendo, saludando a lo lejos, gente parando un taxi, atendiendo el teléfono, explotando con el pie un cartoncito de jugo natural; también hay música, en los autos, los comercios, en la gente de la calle; en los comercios: disquerías, teatros, restaurantes, bares, cybers, drugstores, librerías, departamentos bajos y casas; ruido de lluvia si llueve, un cartel tipo caballete que se cae por el viento, un choque, o una frenada, gente cerrando ventanas, tocando timbres, bajando persianas.
Los pasos acelerados, las inhalaciones agitadas, las exhalaciones agitadas, los ronquidos irregulares que nacen en el fondo de la garganta, la saliva formándose en la boca, la saliva atragantada, la saliva escupida, la que golpea el suelo. Las baldosas sueltas, los bichitos aplastados, las pequeñas ramas que se quiebran, los tallos, el papelito que se pega en la suela, y se lo pisa se lo pisa se lo pisa; los leves temblores nerviosos, la mano sedosa acomodando el pelo, las palmadas, las caricias, los roces, y todas aquellas pequeñas e indescifrables voces del cuerpo que forman esa especie de cuna que sostiene todo lo demás.