sábado, 1 de noviembre de 2008

Se despertó así: las ganas de atravesarse la frente. Con un cuchillo o una birome. No podía decidirse / hoy le da lo mismo. Fingió el grito: había olvidado cómo sentir. Él sin infinitivo. Los dobles fondos del verbo: amar.
Con la sonrisa partida al medio llega al estómago y se detiene. Se da cuenta de lo que quiere. Ser. No hay más. Por eso jugó más de un cuarto de siglo hasta abrirse en ella. Quiere ser. Se tira, le confiesa éso sobre su voz; se disfraza de lo que es. Como mil primeras veces. En la cama en el lápiz en la bañera. Los ojos siempre haciendo dedo. Entonces sí. Éso que llaman magia: se descubre en ella.
Él. En ella.
Hasta que se duerme otra vez. El miedo de que no haya sido más que un mal despertar. El peligro de que no.

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